Conforme vamos creciendo, las pérdidas se van convirtiendo en parte inevitable de la vida. Sin embargo, en la adultez van siendo más frecuentes que en otras etapas de la vida, por ejemplo, muerte de algún ser querido, pérdida de un trabajo, cambio de ciudad, ruptura de alguna relación, son algunas situaciones que nos pueden paralizar.
Existen diferentes formas de pérdida
1. Fallecimiento de seres queridos: Estas pérdidas pueden ser especialmente duras ya que a menudo que vamos creciendo, algunos familiares mayores se ven en la necesidad de ser cuidados por nosotros y se van empalmando con otras muertes, por las cuales, ambos procesos se van complicando ya que hay que sobrellevarlos.
2. Pérdidas de identidad: Con el paso de los años nuestras objetivos y formas de ver la vida van cambiando de acuerdo a nuestra estilo de vida. Durante el desarrollo de la vida vamos evolucionando al igual que nuestras prioridades. La adultez suele estar marcada por reflexiones de lo que hemos logrado o no y ahí entra la parte de frustración o
nostalgia.
3. Rupturas emocionales: Los divorcios, separaciones o fracturas de amistades pueden hacer el cuestionarnos la capacidad para volver a crear vínculos, la ausencia física y todo lo que se pierde por ya no estar con esa persona.
Manera de afrontar las pérdidas:
1. Buscar ayuda profesional: El hablar o expresarnos como nos sentimos puede proporcionarnos una perspectiva distinta y aliviarnos. Nos pueden brindar herramientas para un proceso llevadero y la empatía compartida hace que el dolor sea un poco más llevadero.
2. Permítete sentir el dolor: Aceptar y procesar el dolor es el primer paso para lidiar con una pérdida. Muchas veces evitamos el contacto con la emoción o la disfrazamos pero es necesario sentirla para la sanación.
3. Autocuidado: La salud física y emocional son de suma importancia para este proceso, realizar algún deporta, tener una higiene de sueño, llevar una dieta balanceada y meditar pueden ser algunas formas de ir gestionando el dolor.
Las pérdidas son inevitables, son dolorosas pero son parte de un proceso de crecimiento personal que no termina con el tiempo. El dolor de la pérdida nunca desaparecerá por completo pero el proceso de superarlo nos enseña nuestra fortaleza interior y la capacidad de reinventarnos una y otra vez.
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