Por: Psic. Ana Benavides
Todos los seres humanos, experimentamos sentimientos como tristeza, enojo, miedo, incertidumbre y confusión tras la pérdida de un ser querido, cuando esto sucede, sufrimos un duro golpe que cada quien asume como puede, sin embargo, ¿Qué ocurre cuando es una niña o un niño el que tiene que enfrentarse a ello? ¿De qué manera podemos explicarle lo que está ocurriendo?
Es verdad que, cuando una niña o un niño hace una pregunta, normalmente es por un suceso o una situación que ha observado, pero cuando estas preguntas se refieren a la muerte, en lugar de proporcionarles respuestas sencillas y sinceras, se provoca una aprehensión errónea en el adulto y no la comprensión y el cariño que responder a otro tipo de preguntas conlleva. Puede suceder también que nos olvidamos de que, la vida diaria, la televisión, los videojuegos, el internet y la tecnología, le ofrecen repetidamente a las niñas y niños bastantes situaciones en las que experimentan sensación de pérdida con distintos grados de aflicción, desde la muerte de una mascota, hasta situaciones más complejas.
Por ello, la atención debe orientarse hacia cómo podemos evitar que esa pérdida se convierta en un impedimento para el desarrollo de la niña y el niño. La transformación del duelo se halla vinculada directamente con los medios de contención emocional y las capacidades de resiliencia sociales y de cada individuo para que su desarrollo sea óptimo. Se necesita una experiencia de cuidados cálida, segura, afectiva, individualizada y sobre todo, continua a partir de cuidadores que interactúen con ellos de forma sensible y responsable.
Fases del duelo infantil
1. Aplanamiento o negación: Fase de aturdimiento o incapacidad para procesar y aceptar la noticia. Pueden sentirse distintas emociones contrapuestas como ira y alegría, el niño o la niña se encuentra como en estado de shock y suele tener una duración aproximada de entre 2 a 3 semanas.
2. Anhelo y búsqueda de lo perdido: Durante esta fase ya hay conciencia de la realidad y se desarrollan momentos de crisis de desesperación, llanto y una sensación de que la figura desaparecida está viva y se genera una tendencia a buscar y recuperar la figura perdida. En ocasiones hay sentimientos de ira dirigida hacia la persona perdida, sin embargo, es más común hacia familiares, médicos e incluso, puede detonar en autorreproche.
3. Desesperación o desorganización: El dolor deja de manifestarse de manera externa y se convierte en sentimiento de tristeza. Hay situaciones específicas pueden detonar nuevamente el llanto o la ira, pero ya no como comportamiento cotidiano o habitual.
4. Reorganización o desapego: En esta última fase, se asume la ausencia como definitiva, superando así la pérdida, desaparecen las alteraciones emocionales y del sueño.
Recomendaciones para abordar el duelo con niñas y niños
No ocultar la pérdida, ni suponer que no son conscientes o que no se enterarán de que ha sucedido; el niño o la niña percibe que sucede algo importante a su alrededor y al ocultárselo, no puede identificar qué es, lo cual puede desatar sentimientos de culpa, debido a la justicia inmanente que se refiere a que “ha pasado algo muy malo y debe ser porque yo hice algo mal”.
Responder todas sus dudas en medida de lo posible, adaptándolo a su edad y madurez y deslindándole de toda culpa o responsabilidad sobre lo sucedido, dejando claro que la persona ausente no volverá y que es una pérdida permanente.
Procurar no utilizar elementos sobrenaturales o incomprensibles para una niña o un niño.
Hacer las menores modificaciones posibles a su rutina habitual.
Ofrecer y demostrar afecto y apoyo emocional incondicional, empatizando siempre con sus emociones y reiterando que estamos para él o ella siempre que lo necesite.
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